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Hace muchos meses tomé una decisión silenciosa: no escribir más sobre política. Sin embargo, hoy hago una excepción inspirado en el libro “Infocracia” del filósofo coreano Byung-Chul Han, pues tengo la certeza de que nos aproximamos a la elección presidencial más hueca de, por lo menos, las disputas electorales al máximo cargo del país que me ha tocado vivir.
En esta obra de apenas 92 páginas escrita el año pasado, Chul Han realiza una reflexión muy interesante sobre la forma de dominación que sucede actualmente en el mundo. Mientras que en décadas anteriores las personas eran sometidas mediante un régimen de disciplina en el cual se coartaban libertades, a veces hasta las más básicas, hoy nos encontramos ante un régimen de la información.
A diferencia del régimen de la disciplina, la fortaleza del régimen de la información radica en hacer creer al dominado que es libre, auténtico y creativo. Que sus decisiones son puramente propias, sin embargo, gobiernos y empresas al tener acceso a datos tan específicos ejercen un poder casi invisible sobre las personas pues las conocen incluso mejor que ellas mismas.
Byung-Chul Han afirma que “La comunicación en las redes basada en algoritmos no es libre ni democrática”, y agrega que nos encontramos ante una crisis de la verdad y una crisis del escuchar.
Esta crisis de la verdad implica no necesariamente el reino de las mentiras, sino más bien una indiferencia a la verdad de los hechos. En pocas palabras la ficción se convierte en hechos.
La crisis del escuchar es a su vez una crisis de la democracia, porque quien emite un discurso sin separar la opinión propia de la identidad propia, se aferra y no escucha otro discurso porque su identidad se ve amenazada.
La próxima campaña presidencial de México me parece se verá afectada por estas crisis.
En los dos grandes grupos que competirán para llevar a su candidato a Palacio Nacional (o a Los Pinos) no se ve la mínima intención de escuchar o de decir la verdad. En el afán de conseguir la simpatía electoral, se van a decir muchas cosas incumplibles, como se ha hecho siempre, pero ahora con un enfoque mucho más radical.
Más radical porque la misma sociedad ha proporcionado a los partidos la información necesaria para convencerles, a través de sus likes, retweets, compras, etc.
En esta elección presidencial, con mayor énfasis que en las anteriores, el voto no será libre. Antes quedaba la sensación de que sólo un segmento de la población vendía su voto pero ahora esa transacción es invisible incluso para el votante que se cree libre.
El voto duro que antes se consideraba la base del partido oficial, ya no está sujeto a dádivas materiales sino a promesas digitales plasmadas en las distintas redes sociales. ¿Cómo se van a cumplir? Eso siempre ha quedado en segundo término.
La elección presidencial que se avecina, dada la crisis del escuchar de la que habla Byung-Chul Han, se centrará en conservar ese voto duro. Habrá muy poco lugar al convencimiento pues ya cada quien tiene muy bien definido lo que quiere y lo que le gusta y el candidato va a proponer, precisamente, lo que el votante quiere y le gusta.
La capacidad de análisis general está muy limitada por la falta de tiempo y de reflexión que el régimen de la información ha traído consigo. No hay espacio para leer, para investigar, la facilidad que proporciona un video o un meme para formar una opinión es mucho más cómoda que dedicar una parte del día a estar realmente informado.
Nos acercamos a una elección en un país en crisis de información y de comunicación en la que todos los actores políticos (pasados, presentes y futuros) tienen responsabilidad. En una lucha electoral que iniciará sobre la base de una crisis de la verdad, en palabras de Chul Han, decirla será un acto de revolución.
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